MEDITERRÁNEO (edição castelhana)

44 poemas

(Leça da Palmeira, Venade y Torre da Medronheira, 2012-2015) 


Vaso Roto Ediciones, Madrid, Ciudad de México, 2018 

traducción de José Ángel Cilleruelo
dirección literaria de Jeannette Lozano y Eva Martín


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XAVI ROSSEL, blog La Gaveta de Rossel, 30.8.2018
Mediterráneo, de João Luís Barreto Guimarães 

«Una de las escasas lecturas del agosto de las postales y las vacaciones ha sido Mediterráneo, de João Luís Barreto Guimarães (Porto, 1967). Descubrimiento soriano, por aquello de tener la caseta de Vaso Roto, editorial que ha publicado este año al tripeiro, al lado de la de Liliputienses & Luces de Gálibo. Vaso Roto que al igual que sorprende, igual… o menos.

El destino ha querido que dos mil dieciocho sea un año viajero. Primero fue Comiendo de una granada, de Esther Muntañola. Luego, De nómadas y guerreros, de Elías Moro. Ahora, después del viaje estival me inmiscuyo en otro poético hacia las vicisitudes de un viajero que transita en las fronteras del viaje a través del Mediterraneo; en su vertiente pacífica y espiritual y en otra cargada de miseria y temor. Esa mezcla, el contraste que condiciona la existencia del mar y la sombra de catástrofe que de manera intermitente siempre ha llevado en su sal. Cada parada, preciosa pero atroz, en contradicción en una búsqueda interior; protagonizan un libro que no aspira a ser, porque no lo es, un poemario de viajes y estancias, sino más bien un análisis íntimo a la herencia de los lugares bañados por el Mare Nostrum.

Mediterráneo se vale de sus aliados en forma de fruto de tierra (vid, olivo) y piedra (iglesias, mezquitas) ocupando los versos, ampliando su ruta en un mapa en forma de poemario; destrozando aquel rol otorgado al mar como aglutinador de masas y en museo de la ruina. Barreto Guimarães anuncia una tierra convertida en cementerio. Por sus hojas aparecen personajes, ciudades… y cuando más íntima se vuelve el contacto ofrece otra luz a las cosas, otorgando la visión personal y quizá inalterada de las cosas; una subjetividad en el juicio de las buenas palabras y la intención mitificadora radicada en el germen de todas las culturas que han estado siempre de cara al Mediterráneo.

Mediterraneo es un mapa desajustado bajo nuestra concepción del mar. Una sacudida a la venda que las culturas han ofrecido siempre sobre él. Barreto Guimarães esgrime con su poética que no es únicamente un marco de vida y oportunidad, sino que también presume de sombra; y en ellas varios matices. Las tonalidades oscuras, por desgracia, están a la orden del día.» 

 

JOSÉ ÁNGEL CILLERUELOClarín, agosto 2018 y blog El Balcon de Enfrente
¿QUÉ ES UN POETA ACTUAL? - Reflexiones del traductor de Mediterráneo 

«En cierta ocasión escribí en una red social de brevedades una micropoética: «el poema contemporáneo que habla de la poesía es triste, pero un poema contemporáneo que no pueda interpretarse también en clave metapoética no será un buen poema». Nadie me ha pedido que lo demuestre, lo ha refutado o, lo que más incómoda, nadie se ha fijado en la frase, una más del alud de sentencias que conforma la filosofía del presente, todas igualmente luminosas y espurias como un cielo la noche de fuegos artificiales. Pero yo sí me fijé en mi frase, porque después de redactarla casi al tuntún de lo escaso empecé a darle vueltas a su certeza o a su trivialidad dada mi anticuada alergia a las verdades epigramáticas. João Luís Barreto Guimarães (Porto, 1967) no es autor de poemas metapoéticos ni el asunto le ha ocupado ningún texto significativo que recuerde. Sin embargo, al leer sus libros he tenido la sensación de asistir siempre a una pequeña lección de poética que en Mediterráneo, título que he tenido la suerte de traducir para Vaso Roto, se convierte incluso en un emblema. Lo primero que despertó mi interés en la obra de Barreto Guimarães fue la concepción formal de los poemas. Sus tres primeros libros, escritos entre 198[6] y 1994, están compuestos exclusivamente por sonetos. Aunque ninguna pieza contiene en su interior un soneto como los que Violante le mandaba hacer a Lope de Vega. El primero del primer libro, que al cabo será el inicial de su Poesía Reunida (2011), se extiende por más de 20 sílabas, otros contienen cuentas comerciales entre los versos, líneas en lugar de palabras, cuadrados vacíos en el interior de los cuartetos, versos que forman escaleras al aumentar sílabas como los que en su tiempo hizo en forma de pirámide Gertrudis Gómez de Avellaneda… Tampoco el lenguaje respeta la dicción clásica: frases sincopadas, ausencia de puntuación, paréntesis, incisos, interrupciones… Es decir, Barreto Guimarães encaja en cada soneto que escribe un poema contemporáneo, es decir, un poema en verso libre. El soneto actúa como un molde que el autor rellena de texto. Pero no es un simple molde. La idea metapoética que transmite aquella obra inicial resulta significativa. El soneto, así concebido, expresa una relación entre tradición y contemporaneidad. Una doble no renuncia, ni a la herencia ni al presente. Y entre ambas establece un vínculo que es explícito, la mancha tipográfica de los catorce versos organizados en cuatro estrofas. El poeta muestra una idea de la poesía como cauce y a la vez como desbordamiento. Y no resulta un razonamiento baladí en plena crisis de la crisis de las formas poéticas. El poeta reúne lo incompatible, la tradición y la vanguardia. Y lo hace, lo subrayo, de una manera explícita a través de la forma de soneto. En cierta ocasión Barreto Guimarães se ha referido a su métrica como «respiración». Resulta una lúcida manera de nombrar la métrica libre. La suya era, cuando escribía sonetos, una forma de respiración contemporánea que reivindicaba el amparo manifiesto de la tradición. Una poética que afirmaba que no existe poesía fuera de la poesía, que los versos nuevos navegan dentro del antiguo legado. Pero desde 1994 Barreto Guimarães ya no escribe sonetos. Se diría incluso que la métrica en la que está construido Mediterráneo se ha olvidado de estas ideas de hace casi veinticinco años. Sus versos parecen un paradigma del poema contemporáneo. Única y exclusivamente respiración. El autor suele empezar los textos por un verso imposible en la métrica, una palabra átona, un solitario artículo, que, por sí misma jamás podría formar un verso. Otros le siguen extensos, que se alternan sin ningún esquema con versos breves, todos anisosilábicos. Un poema en verso libre. Es raro, sin embargo, que un poeta abandone del todo una idea formal tan rotunda como la practicada en sus inicios. O más exactamente, que lo haga con naturalidad, sin autoexégesis alrededor. Cuando el autor me envió el archivo informático de Mediterráneo para su traducción recibí un documento de su taller de poeta que me sorprendió. También su recomendación: conviene traducir no desde el poema tal como aparece en el libro, sino de su versión previa, isosilábica, es decir, en métrica tradicional, para así preservar en el poema contemporáneo la armonía que la métrica, desaparecida en sus formas, otorga a la lectura de poesía. En el documento, a la izquierda aparecía el poema tal cual se reproduce en el libro impreso, y a la derecha, exactamente las mismas palabras, pero en heptasílabos portugueses (octosílabos castellanos). La métrica contemporánea no olvida, en la poética de Barreto Guimarães, que su respiración se la ha entregado la métrica tradicional. Aunque aquel vínculo inicial ha dejado de ser explícito. No necesita serlo. Ahora es un elemento del taller, un vínculo implícito, pero sigue afirmando en la lectura que la tradición métrica está integrada en la métrica libre contemporánea. Fluye en su interior. Es la raíz de la respiración. Fueron las formas lo primero que me condujo a la obra del poeta, pero poco hubiera permanecido allí si no hubiese descubierto análogo interés en su contenido. La Poesía Reunida de 2011 se abre con una cita del poeta João Miguel Fernandes Jorge (1943) que merece el lugar de frontispicio que se ha elegido para ella: «O quotidiano é ainda um discurso». Bien puede leerse este como el lema fundacional no solo de la obra de Barreto Guimarães, sino, quizá también, de la propia poesía contemporánea. Diría más, en este caso la cotidianidad es el discurso. O tal vez, con mayor exactitud, la biografía es el discurso. Aunque antes será conveniente reanimar el aturdido término «biografía», y comprenderlo, en un sentido más puro, como «escritura de la vida». ¿Qué le otorga autenticidad a un poema para ser poema? No es una pregunta que se formule con frecuencia, pero quizá convenga también reanimarla. A la poesía clásica le otorgaba legitimidad su modelo, la autoridad de su modelo, o de un modo más precioso, la cualidad expresiva de una imitación. A la poesía romántica le proporcionaba validez su condición de pensamiento y de sentimiento absolutos, de visión categórica del yo interior. El poeta vanguardista se descubría a sí mismo en la diáspora de los valores y de las ideas consolidadas. Pero, ¿y al poeta actual? ¿Qué le otorga verdad poética? La lectura de Mediterráneo proporciona un itinerario de un costado al otro del mar que ha sido la fuente originaria de diferentes civilizaciones y de la más alta cultura que han producido. Vestigios de esta cultura aparecen en todos los poemas. Referencias a monumentos, a obras artísticas, a veces a palabras clave —pathos…—, a historia, a historias, a noticias antiguas… cada poema encuentra un motivo de arte, de arqueología, de arquitectura, de filología, de historia… Un vestigio en general de la cultura. ¿Cómo habría escrito este libro un poeta clásico? La respuesta es conocida, como hizo Garcilaso, crearía recursos expresivos innovadores al imitar la grandeza de cuanto descubría en la edad dorada. ¿Y un poeta romántico? Se abrazaría a las estatuas mutiladas, lloraría frente a las viejas urnas griegas. ¿Y uno vanguardista? Con un bote de pintura dibujaría grafitis en las ruinas. ¿Y un poeta actual? Haría lo que hace Barreto Guimarães en cada uno de los poemas: absorber la antigua cultura a través de su propio presente. Mediante el gesto cotidiano, la experiencia anecdótica, la observación irónica, la vivencia concreta o la mera ubicación casual integra en su biografía los emblemas del pasado. El poema es el recuerdo, la crónica o la instantánea del encuentro. Y de paso proporciona una lección de poética. Porque ahora lo que legitima un motivo en el poema ya no es su origen, ni su desaparición o el antagonismo que produzca, tampoco su valor artístico o histórico por sí mismos, elementos secundarios en el texto actual una vez olvidado el culturalismo de otras décadas, sino el mero hecho de que una biografía lo haya incorporado. Así, ¿qué convierte en auténtico un poema? La respuesta surge con naturalidad: la existencia de una biografía, de una cotidianidad, de un presente que lo conviertan en verdad poética. Cualquier poema de Mediterráneo podría aducirse aquí como ejemplo. Elijamos «Éxtasis de Santa Teresa». El poeta se sitúa a sí mismo, su opinión, frente al hecho cultural: «Le pido / muchas disculpas al cardenal Federico Cornaro pero / creo que Gian Lorenzo Bernini / le engañó…». El texto continúa con la descripción de la sublime escultura de la Santa, escrita a modo de irónica carta al cardenal, en el que el yo biográfico del visitante de la obra de arte se yergue en protagonista del poema: «…no / sé qué juzgar mayor si el / lento gozo de la Santa (abandonada a tal entrega) si / nuestra envidia por el tiempo que ella lleva con eso—». Intrascendencia, relativismo, ironía resignada distinguen la actitud del poeta contemporáneo. La cotidianidad, en el sentido del punto de vista de la vivencia concreta del presente, es el discurso. Esta actitud de someter al presente ideas e ideales de diversa índole se encuentra explícita también en otros poetas coetáneos. El último libro del poeta José Luis Gómez Toré (1973), por poner un ejemplo, titulado Hotel Europa (2017), se abre con un poema que presenta aires de manifiesto de época: «Acampados». El poema acaba con diversas aserciones de carácter político, pero empieza con la descripción de un grupo de desheredados de la tierra que acampan junto a la carretera, «que miro desde un autobús viejo» y con los que establece una súbita identidad: «En la boca / una sed polvorienta que casi nos hermana». El significado del poema resulta diáfano: la solidaridad es fruto presencial —una inserción en lo cotidiano—, nunca telemático. Un pequeño epígrafe señala, a la izquierda, dónde ocurre: «Mato Grosso». Biografía más cotidianidad más presente subrayan el espacio como elemento temático del poema. Solo la concreción espacial puede fijar el punto de vista desde el que el poeta decide hablar. La adscripción del poema al lugar es la esencia misma del poema contemporáneo. El lugar como raíz de la biografía. Ese es lema de Mediterráneo: el ejercicio lírico de autentificar biográficamente la validez cultural de una herencia. En esta época. La actitud barroca que latía en la «Epístola moral a Fabio», la romántica de «A una urna griega» o los bigotes en la Mona Lisa de Duchamp se traducen ahora en la ironía de lo intrascendente de Barreto Guimarães. Y si la biografía es el vector que convierte la antigua cultura en poesía, estos días se presenta en Portugal un nuevo libro del autor Nómada (2018), que proporciona la cara complementaria a Mediterráneo. Poemas que parten de vivencias cotidianas, de experiencias menudas, de hechos espurios de la biografía que los versos, siempre nómadas, de repente, convierten en cultura. En alta cultura. En poema. El círculo una vez más parece haberse cerrado. En poesía cada círculo, sin embargo, inicia una apertura. O mejor, una fisura. Un poema de Nómada presenta un título que parece fuera de lugar: «Acerca de la poesía portuguesa contemporánea». El texto se abre con una descripción que no oculta su valor metafórico: «La belleza / desperdiciada cuando los museos cierran — / por la noche / no hay miradas recorriendo las galerías…». El arte —la poesía— se aleja en ocasiones de las «miradas» a las que iba destinado… El poema, en una primera lectura, parece la crítica a la poesía hermética coetánea a la del poeta («…en los lienzos / abstractos…»), pero permite también otra lectura de mayor amplitud que apunta a la debilidad de la propia poética contemporánea: ¿sabrá el lector comprender los fútiles trazos de una biografía como la simbólica columnata que alza el templo, otrora sagrado, de la Poesía? ¿Estará el lector dispuesto a otorgar a la cotidianidad de un semejante el valor que antes se había identificado con lo trascendente, lo modélico, el pensamiento, los ideales, los sentimientos…? Los versos finales dejan otra pregunta en el aire: ¿escribe el poeta contemporáneo solo para los pocos críticos que van quedando?: «…van dirimiendo vanidades resignándose / de hora en hora / (en la ilusión de los marcos) a disputar / la necia atención / del vigilante nocturno». Toda poética verdadera contiene en su interior su propio abismo.» 

 

JESÚS AGUADOEl Ciervo, n.º769, V-VI, 2018
Mediterráneo 

«En el primer poema de este libro “Dios ajusta el equilibrio destruyendo lo que creó”. Aunque hay más dioses en él, le pasan el testigo de equilibrar o destruir a los gatos acurrucados, a personajes históricos como Hipátia o Hipócrates, a lugares como Sicilia o Ámsterdam. Las palabras inclinan la balanza: la poesía como demiurgia. Las palabras dibujan el mapa de lo que es: la poesía como cartografía. » 

 

JESSICA FALCONIpresentación del libro “Mediterráneo”, Mercado Cultural Portugués, Barcelona, 19.5.2018 

«João Luís Barreto Guimarães es un poeta portugués de Oporto, empezó a publicar su poesía en libro en 1989, con el volumen Há Violinos na Tribo, y desde entonces ha publicado cerca de 10 libros. El libro que hoy os presentamos, Mediterráneo, fue publicado en 2016 por la editorial Quetzal, una de las más prestigiosas de Portugal, bajo la dirección literaria del escritor y crítico Francisco José ViegasMediterráneo ganó el año pasado el Prémio Nacional de Poesia António Ramos Rosa, fue semifinalista al Premio Oceanos, y fue muy bien acogido por los críticos literarios portugueses. Y como el Mediterráneo es también un espacio de muchas lenguas, hoy presentamos la edición bilingüe en portugués y castellano, publicada por la Editorial Vaso Roto, que tiene una sede en Madrid y otra en Méjico y que se dedica a la divulgación de la mejor poesía contemporánea internacional. En el catálogo de esta editorial, João Luís Barreto Guimarães está, de hecho, en compañía de muchísimos poetas de todas partes del mundo y que escriben en muchas lenguas. El libro ha sido traducido por José Ángel Cilleruelo, poeta, traductor, narrador y crítico literario de Barcelona, que es un gran conocedor y divulgador de la poesía en portugués.

Decía el historiador Fernand de Braudel que el Mediterráneo es mil cosas juntas. No es un paisaje, sino muchos paisajes, una sucesión de mares y de civilizaciones. Decía que “viajar por el Mediterráneo significa hallar el mundo romano en el Líbano, la pre-historia en Cerdeña, las ciudades griegas en Sicilia, la presencia árabe en España, el Islam turco en Yugoslavia.” Tiene mucha historia, el Mediterráneo. Demasiada, pesada, y aunque no sea un Océano, ocupa un gran espacio en nuestro imaginario, es la cuna de nuestra civilización, de la cultura occidental, de Europa. El ensayista Predrag Matvejevic, citado en los epígrafes del libro, hablaba también de todos los lugares comunes asociados a ese mar, y decía que no se puede separar el Mediterráneo real del discurso que se ha construido sobre él. Y es con este peso, con este discurso, o con esta imagen casi sagrada y cargada de antigüedad que nos acercamos a las páginas del libro de João Luís Barreto Guimarães. Pero de entrada, desde el primer poema, nos damos cuenta de que todas estas marcas culturales, esta pluralidad de geografías, tiempos históricos, pueblos y artefactos, gracias a la palabra poética, guardan consistencia pero pierden su peso. El Mediterráneo del poeta procura desprenderse del discurso sobre el Mediterráneo, para adquirir otra dimensión, una espesura transparente, o bien, una ilusión de transparencia. En esta transparencia, un cuerpo – él del poeta – se mueve buscando su verdad. Por una especie de subversión que sólo la poesía consigue, la historia y el pasado no son el fondo, sino la superficie, forman parte de la ilusión de transparencia. Ilusión de que el mar exista y nos esté llamando. Es decir: superamos el impacto con el agua todavía un poco fría, y nos sumergimos hacia el fondo para descubrir a otro Mediterráneo, hecho de fragmentos, de instantes, gestos, sonidos, voces, y también de cierta desorientación. Porque el Mediterráneo, como mar, siempre está presente como una intuición, un espacio que es visible solamente gracias a su ausencia material: de hecho, “entre etéreo y terreno” dice el poeta para empezar su viaje, y nosotros con él, este itinerario de lectura.

En este viaje, el poeta se mueve por los museos, es decir, los lugares por excelencia donde se ‘cuenta’ la historia y el pasado, porque los museos tienen tradicionalmente autoridad para hacerlo. Tienen el poder de escoger, de seleccionar, de construir la versión de la historia que luego se convierte en la Historia oficial (con letra mayúscula). Encontramos al poeta en el museo de Côa, en Portugal; en el museo de las antigüedades egipcias de Turín, en Italia; en el Museo Arqueológico de Santa Trega, en Galicia y en otro museo de cuyo nombre el poeta ya no se acuerda. Y es al leer estos poemas cuando empezamos a darnos cuenta de que el propósito de este recorrido por el Mediterráneo es algo distinto de lo que esperábamos: la poesía no cae en la tentación de reproducir el discurso sobre el Mediterráneo, los lugares comunes sobre el Mediterráneo. Frente al pasado milenario exhibido en los museos, la poesía de João Luís Barreto Guimarães capta lo instantáneo, lo cotidiano, lo banal, y prioriza la mirada personal y subjetiva, que muchas veces es una mirada irónica o paródica, una mirada que desmonta la dimensión sagrada de la historia del Mediterráneo.  Léase por ejemplo el poema “Aún ayer en Pocinho”, en el que la contemplación de los objetos se apaga en la embriaguez del vino; y léase la ironía en el poema “Estatuas a las que faltan pedazos” en el cual el poeta lanza una mirada paródica que desmitifican la forma en que solemos mirar al arte antiguo. Leamos unos versos del poema: “…El tiempo fue meticuloso al / escoger lo que se llevó (las / primeras partes en caer varían conforme el género: / hay Tres Gracias sin cabezas / un dios Febo sin pene) debe de haber / algún lugar donde abunde la anatomía / que por aquí sigue faltando– / bellas cabezas en mármol / (de mala gana la anemia) / falos sueltos sin torso (tristes y / sin empleo) / agradezcamos a los dioses el don de la imaginación / que permite figurar todo cuanto desfigura.”

No se mueve sólo por los museos esta mirada singular del poeta, sino también por iglesias y otros lugares donde la poesía entra en dialogo con la religión y la ciencia, con los diversos saberes y tradiciones que siempre circularon por el Mediterráneo: surge, por ejemplo, la astronomía de Hipátia, que era filósofa, astrónoma y matemática griega, surge la astronomía evocada bajo el cielo de Rodas, en el poema “El tejado de todo”. Surge también la mitología, por ejemplo en el poema “El esquema de las cosas”, en el que leemos que “Poseidón daba descanso a un cardumen de yates / Un cierto Hefestos ahorraba la nieve en la cumbre del Etna)”; o en el poema “Una explicación posible”, en que se arriesga una interpretación poética, mejor, epifánica, de la Odisea.

Desfilan personajes históricos y mitológicos, desfilan ciudades, playas, edificios y ruinas, y cuanto más se acerca el poeta a las marcas culturales del Mediterráneo, más se aleja de su sentido cristalizado para darles otra vida, otra luz, otro poder de evocación. Pierde su aire distante la Historia, porque la poesía introduce en la corriente del pasado la irrelevancia del presente, de un presente personal, singular, es decir, la inscripción de una subjetividad en el mundo, la verdadera poesía. Se vuelven más humanos y más cercanos los dioses y los emperadores, las estatuas y las ruinas, los animales y el paisaje, sin embargo el poeta nos advierte: “Prefiero los héroes sin nombre al nombre de los grandes héroes.

Los símbolos tradicionales asociados al Mediterráneo – los olivos, el aceite, las iglesias y las mezquitas – están presente en los poemas, pero el poeta los reconvierte en marcas de un mapa poético que pasa de colectivo a individual. Un mapa que podemos compartir sabiendo que navegaremos por un Mediterráneo de preguntas, de dudas, de misterios, de paradojas: lo repetimos, el poeta desmonta y desmitifica el discurso sobre el Mediterráneo, sus símbolos, su imagen turística, su historia convertida en museo. Una única vez se usa la palabra Mediterráneo, una única vez se le llama a este universo de mares, tierras y pueblos, por su nombre: en el poema “Puede ser Pepsi?”, cuando el poeta dice: “No me gusta el Mediterráneo / transformado en cementerio.” Surge aquí una instantánea del presente en la corriente de la historia que se está convirtiendo en una nueva y dolorida página mediterránea que no sabemos si cabrá en los libros de historia, o en las salas de los museos. Es esto, hoy, nuestro Mediterráneo, y con esta imagen nos gusta terminar este breve viaje al interior de un libro que nos hace ver otras caras de nosotros mismos. Y como dice nuestro poeta portugués en un poema dedicado al gran poeta de Alejandría, Constantino Kavafis: “Para algunos el / final de la tierra es seguro / el fin del mundo. Para otros el / fin del mundo es / el principio del viaje. Denles / un barco a remo nadie sabrá decir / si hizo bien el / que abrió el Egeo desconocido si / la duda insistente de quien se queda – / es el viaje. 

 

VICENTE ARAGUASNORDESÍA (Diário de Ferrol El ideal galego), 29.04.2018
Máis que un libro de viaxes 

«Barreto Guimarães é un autor portugués nado en Porto, en 1967; todo un mundo, todo o tempo por diante, agora que se desfixo o equívoco aquel segundo o cal os poetas teñen de ser novos (e os novelistas, tirando a serios senón a vellotes). Isto que se pode aplicar a Rimbaud, desertor da poesía, e da literatura en xeral cando aínda era mozo, ou a Delibes (El hereje, se cadra a súa mellor novela, escrita como coroa e remate dunha carreira novelística ben ampla e dilatada) non pasa de ser un tópico do máis reseso. Quer dicir que Barreto Guimarães aínda terá de completar un camiño encetado, cal queixo frescal ou boroa delicada, en 1989 con Violinos na Tribo, e proseguido por títulos diversos entre dos que sobrancea este Mediterráneo (Vaso Roto Ediciones, Madrid, 2018), agora en versión bilingüe (a española, boa, de José Ángel Cilleruelo), que acadara na súa primeira saída, monolingüe, o VI Premio Nacional de Poesía Antonio Ramos Rosa. Isto de sobresaír en Portugal, terra de poetas bos (seino por experiencia, como traductor dalgúns deles, presentador dunha boa presada deles na Casa de Galicia, de Madrid, e antólogo doutros tantos para a revista “Olga”), ten un aquel especiálisimo. Como a poesía de Barreto Guimarães. Porque, a partir dun pretexto tan vello como a neve, viaxar a través do mundo (dunha parte del, non toda, mediterránea), o poeta do Porto acada tons delicadísimos, mesmo cando os trata con ironía, como sabemos a irmá elegante do sarcasmo. E é que a retranca deste poeta é o anverso da moeda do culturalismo, ese perigo ao que nos pode conducir a poesía cando se nutre de referentes “aquí e agora”, ou sexa, “in situ”. Por iso aprezo moito ese disparar por elevación do noso poeta. Quen cando atopa o pasado non cía, cal se fose nunha chalana, senón que sube e sube, ata dotar de categoría á anécdota arqueolóxica (poñamos). E non é que esteamos diante dun manual de excavadores á procura de denarios romanos (que tamén). A mín, nesta crónica (“ma non troppo”) de viaxes, o que me parece máis chamativo é –por exemplo– o encontro con Santa Teresa, o seu “Éxtase”, vaia, na Santa Maria della Vittoria de Roma, cos Cornaro (que para iso pagaron a estatua berniniana) arrodeando, en palco de honor, á santiña a piques de ser frechada polo Anxo-Cúpido. E gusto moito, tamén, de “Problema de Física”, cuestion de velocidade, claro, para ese TGV (que o traductor interpreta, e fai ben, como AVE) que vai de Málaga a Córdoba. Hai máis poemas en Meditérraneo que nos semellan veciños, mesmo moi familiares, cando cos denarios xa citados xorde a nosa Santa Tegra. Cousas cativas estas alusións toponímicas se, xa se dixo, o Mago Barreto fai delas categoría.» 

 

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